El agua cristalina de una piscina puede transformarse rápidamente en un problema visual y de salud cuando las algas hacen su aparición. Este fenómeno, que afecta a numerosos propietarios de piscinas, no solo altera la estética del agua sino que también puede generar irritaciones cutáneas, molestias oculares e incluso complicaciones respiratorias en los bañistas. Comprender las causas que favorecen la proliferación de estos microorganismos y conocer los métodos efectivos para combatirlos resulta fundamental para disfrutar de un baño seguro y placentero durante toda la temporada.
Tipos de algas que pueden aparecer en tu piscina y sus características
La identificación del tipo de alga presente en el agua constituye el primer paso para aplicar el tratamiento adecuado. Cada variedad presenta características particulares que determinan su resistencia y la dificultad para eliminarlas. El clima cálido, la acumulación de nutrientes como el nitrógeno y el fósforo, junto con el desequilibrio químico del agua, crean las condiciones perfectas para que estos organisacos colonicen la piscina. Las tormentas y lluvias intensas aportan nitratos que actúan como fertilizante natural, acelerando el proceso de crecimiento de las algas en el vaso de la piscina.
Algas verdes: las más comunes y cómo identificarlas
Las algas verdes representan el tipo más frecuente en las piscinas y su presencia se manifiesta cuando el agua adquiere una tonalidad verdosa turbia. Este cambio de color suele producirse de manera gradual, comenzando con un ligero tinte que se intensifica con el paso de los días si no se toman medidas correctivas. La causa principal de su aparición radica en niveles insuficientes de cloro, que permiten que estos microorganismos se multipliquen sin control. Afortunadamente, este tipo de alga resulta relativamente sencillo de eliminar mediante un tratamiento de choque adecuado y una filtración continua. Su desarrollo se acelera cuando la temperatura del agua supera determinados umbrales, especialmente durante los meses de verano, y cuando el sistema de circulación no distribuye correctamente los productos desinfectantes por todo el vaso.
Algas amarillas y negras: problemas más persistentes
Las algas amarillas, también conocidas como algas mostaza, presentan una resistencia superior al cloro y tienden a desarrollarse preferentemente en las zonas sombreadas de la piscina. Su aspecto puede confundirse inicialmente con sedimentos de arena o polvo amarillento depositado en el fondo y las paredes. Por su parte, las algas negras o marrones constituyen el desafío más complejo para los propietarios de piscinas, ya que desarrollan raíces profundas que penetran en las microgrietas del revestimiento. Esta capacidad de anclaje las hace extremadamente difíciles de erradicar y requiere tratamientos más intensivos y prolongados. Ambos tipos demandan el uso de alguicidas especializados en combinación con cepillados vigorosos y tratamientos de choque de mayor intensidad que los aplicados para las algas verdes.
Protocolo de limpieza y desinfección para eliminar las algas
Una vez identificado el tipo de alga presente, resulta imprescindible seguir un protocolo sistemático que garantice su eliminación completa. Este proceso requiere dedicación y constancia, ya que cualquier paso omitido puede permitir que las esporas sobrevivan y reinicien el ciclo de crecimiento. El objetivo principal consiste en eliminar tanto las algas visibles adheridas a las superficies como las esporas en suspensión que flotan en el agua, para evitar una recolonización rápida del vaso.
Cepillado y aspirado: el primer paso esencial
El cepillado metódico de todas las superficies de la piscina constituye la base fundamental del tratamiento. Esta acción mecánica desprende las algas adheridas a las paredes, el fondo y los escalones, permitiendo que los productos químicos penetren directamente sobre los microorganismos. Se recomienda utilizar cepillos con cerdas duras para las superficies resistentes y cepillos más suaves para revestimientos delicados como el liner. Tras el cepillado, es necesario retirar los restos visibles con una red de superficie antes de proceder al aspirado. El uso de un limpiafondos manual o robotizado permite eliminar los depósitos de algas que se han desprendido y asentado en el fondo. Durante este proceso, conviene vaciar directamente al desagüe en lugar de enviar el agua al filtro, evitando así sobrecargarlo con materia orgánica. La limpieza de los equipos, incluyendo la cesta del skimmer y el propio filtro, completa esta fase preparatoria antes de aplicar los tratamientos químicos.
Tratamiento de choque con cloro: dosis y aplicación correcta
El tratamiento de choque consiste en elevar drásticamente la concentración de cloro en el agua para destruir las algas y las esporas presentes. La dosis recomendada varía según la gravedad de la infección, pero generalmente oscila entre quince y veinte gramos de cloro por metro cúbico de agua en casos severos. Se puede utilizar dicloro granulado o hipoclorito de calcio, distribuyéndolo uniformemente por toda la superficie de la piscina, preferiblemente al atardecer para evitar que los rayos solares degraden rápidamente el producto. La supercloración debe mantenerse durante un período de veinticuatro horas, tiempo durante el cual la bomba debe funcionar de manera continua para garantizar una distribución homogénea del desinfectante. En piscinas de sal, es necesario verificar que el clorador salino esté correctamente ajustado y considerar la adición manual de cloro si la producción automática resulta insuficiente para alcanzar los niveles de choque requeridos.
Equilibrio químico y sistema de filtración para prevenir las algas

Más allá del tratamiento correctivo, la prevención constituye la estrategia más eficaz y económica para mantener el agua libre de algas. El equilibrio químico del agua y el correcto funcionamiento del sistema de filtración forman los pilares sobre los que se sustenta un mantenimiento preventivo exitoso. La monitorización regular de los parámetros del agua permite detectar desviaciones antes de que las algas encuentren condiciones propicias para su desarrollo.
Control del pH y niveles óptimos de cloro
El pH del agua representa el parámetro fundamental que determina la eficacia de los productos desinfectantes. Un valor de pH superior a siete punto seis reduce drásticamente la capacidad del cloro para eliminar microorganismos, creando un entorno favorable para la proliferación de algas. El rango ideal se sitúa entre siete punto cero y siete punto seis, aunque muchos expertos recomiendan mantenerlo más cerca del límite inferior para maximizar la potencia del cloro. Las tiras reactivas o los kits de análisis digital permiten realizar mediciones frecuentes y ajustar los niveles mediante productos correctores. En cuanto al cloro, la concentración óptima debe mantenerse entre uno punto cinco y dos miligramos por litro en condiciones normales. La alcalinidad total, que actúa como amortiguador del pH, debe situarse entre ochenta y ciento veinte partes por millón para garantizar la estabilidad química del agua. El control de los fosfatos resulta igualmente crucial, ya que estos nutrientes alimentan directamente el crecimiento de las algas cuando superan cero punto uno miligramos por litro.
Mantenimiento del sistema de filtración para máxima eficiencia
El sistema de filtración constituye el corazón de cualquier piscina, encargándose de eliminar las impurezas y mantener el agua en movimiento constante. La duración diaria de filtración debe calcularse dividiendo la temperatura del agua entre dos, obteniendo así el número de horas necesarias. Con agua a veinte grados, se requieren aproximadamente diez horas de filtración diaria, mientras que cuando la temperatura supera los veintisiete grados, resulta aconsejable mantener la filtración continua. Los filtros de arena requieren retrolavados regulares cada seis u ocho horas durante el tratamiento de algas para evitar su saturación, mientras que los filtros de cartucho necesitan limpiezas frecuentes con agua a presión. La correcta circulación del agua impide la formación de zonas muertas donde las algas podrían establecerse sin ser afectadas por los desinfectantes. Verificar el funcionamiento de la bomba, asegurarse de que los inyectores distribuyen adecuadamente el agua tratada y comprobar que no existen obstrucciones en las tuberías forma parte del mantenimiento preventivo esencial.
Productos específicos antialgos y estrategias de prevención
Además del cloro, existen productos especializados diseñados específicamente para combatir y prevenir la aparición de algas. Estos alguicidas complementan la acción del desinfectante principal y resultan especialmente útiles frente a variedades resistentes como las algas mostaza o negras. Una estrategia integral que combine productos químicos con buenas prácticas de mantenimiento garantiza resultados duraderos.
Algicidas especializados: cuándo y cómo utilizarlos
Los algicidas actúan mediante diferentes mecanismos según su composición, aunque todos comparten el objetivo de destruir las células de las algas o impedir su reproducción. Se aplican tras el tratamiento de choque y el ciclo inicial de filtración continua, cuando el agua ha recuperado cierta transparencia pero persiste el riesgo de rebrote. La dosificación debe respetar estrictamente las indicaciones del fabricante, ya que el exceso puede provocar formación de espuma persistente que dificulta aún más el mantenimiento. Para casos severos de algas amarillas o negras, existen formulaciones concentradas que penetran en las microgrietas del revestimiento donde estos microorganismos establecen sus raíces. Los floculantes y clarificadores representan otro grupo de productos auxiliares que aglutinan las partículas en suspensión, facilitando su retención por el filtro de arena. Los sistemas minerales basados en cloruro de magnesio, sodio y potasio ofrecen una alternativa que reduce la dependencia de los productos químicos tradicionales, proporcionando protección continua con menor impacto sobre la piel y los ojos de los bañistas.
Rutina de mantenimiento preventivo para evitar futuros brotes
La prevención de las algas requiere establecer una rutina sistemática de mantenimiento que se convierta en hábito. La limpieza semanal del vaso mediante cepillado y aspirado elimina los depósitos orgánicos antes de que las algas puedan colonizarlos. El vaciado regular de las cestas del skimmer y la limpieza de la línea de flotación previenen la acumulación de materia orgánica que sirve de nutriente. La aplicación periódica de alguicida preventivo, generalmente cada semana o cada dos semanas según el producto, crea una barrera protectora constante. Cubrir la piscina cuando no se utiliza reduce la exposición a la contaminación ambiental, especialmente durante las tormentas que aportan nitrógeno al agua. Instalar un pediluvio y fomentar la ducha previa entre los bañistas disminuye significativamente la introducción de contaminantes externos. El análisis regular de los parámetros químicos, idealmente dos o tres veces por semana durante la temporada alta, permite detectar desviaciones antes de que se conviertan en problemas visibles. En spa y piscinas climatizadas, donde la temperatura elevada del agua favorece especialmente el crecimiento de algas, resulta imprescindible intensificar tanto la frecuencia de tratamiento como los controles analíticos. Finalmente, si tras aplicar todas estas medidas el agua continúa presentando coloración verdosa persistente, consultar a un profesional especializado puede revelar problemas subyacentes como exceso de fosfatos, fallos en el sistema de filtración o desequilibrios químicos complejos que requieren solución técnica especializada.
